domingo, 14 de septiembre de 2014

¿Qué haces aquí?

Llegaste a mí. De la manera más épica que podrías haberlo hecho. Se me estruja el corazón. Y no sé si es egoista. Tengo tantas y demasiadas cosas en mi materia gris, que ahora, ha cambiado de color. Destrozaste los estándares de mi vida, y qué me queda? Improvisar. No sé si quieres destruir los clichés de mi existencia o por el contrario reafirmarlos. Porque lo cierto es que cuando algo falla, parece para mí algo más que la derrota, probablemente sea una invitación a continuar luchando. Un reto en toda regla. Como aquellos que me dijeron "No vas a conseguirlo" "De verdad crees que es posible?" Dios mío, que bien sienta a veces ser una ilusa. Si no que queda? Desesperación y resignación? A mis 20 años? Arsénico por compasión, os lo suplico. Ahora estás aquí y es tan cínico que nos miremos a los ojos y sonriamos. Tú tienes un objetivo y yo apenas me siento con fuerza para negártelo. Aunque me niegue a darte el gusto de aceptar la derrota definitivamente. ¿Sabes que voy a hacer? Levantarme mañana a la misma hora de siempre, con la misma actitud de siempre. Y cuando después de 30 minutos el somnífero haya abandonado mi cuerpo, volveré a saber que no podrás decirme cuando la pelea ha terminado. O quizás después de 45 minutos, o 50, porque me tendrás toda la noche pensando en como sacarte de mi cabeza.